‒ El niño del verso… (A Enzo Cantero Nataf)

 En lo más alto de un pino, en el pináculo de un pico, en lo suficiente, en lo superlativo y en los adjetivos precisos que inunden el fondo de un libro, entre versos vivió un niño que nació con signos mínimos y creció con un rol previsto. Minado por sus dones místicos, querido como el buen sentido, adorado, idolatrado, redimido y reprimido por listo y por borrico, por su familia y amigos. Adulado por sus enemigos y combatido por los de su equipo, por reverentes espíritus, por los entes temidos del abismo y hasta por los políticos, pues al detestar los ídolos, solo respetaba símbolos sin surrealismos.

 Y en los encumbrados cerros, parado sobre un alero, sobre sus nubes de méritos miraba el cielo cayendo. Bajo unas ruinas, en el desierto y sobre lomas corriendo, se fue labrando el sendero por donde se llega a viejo construyendo. Haciendo de su vida un predio con trayectos, reavivando su existencia en el destierro, recordando los ayeres reviviéndolos. En su guarida llorando la soledad del ser necio y frente a la pantalla tecleando, transcribiendo la energía de sus sueños. Atando albores de yeso al camuflaje del fuego lento, sin declinar su tesón porque creciendo, la esperanza alivia al credo.

– Reintentándose, aprendiendo, comprendiendo y reiterándose todo espero, pasó de tantos a gestos y de menos cuantos a más que luego, hasta que le llegó su momento…

‒ ¡Al instante en que al calor geminó el huevo, a la razón de este ejemplo, a los hechos!

– A estos que hoy narro escribiendo, en su medio…

 En las cúspides de un universo que se alzaba sobre el nuestro sin sol ni luna, sin astros sueltos. Que se encendía oscureciendo alumbrando iluminado al lado opuesto. Cual la luz de una linterna reflejada en un florero del cual cuelguen gajos secos, en un diván de recuerdos donde un sillón vaya y vuelva hasta el pretérito. Donde a la hora del cuento no se hacía más que uno nuevo, en un mundo paralelo diferente a este, en el que vivimos pereciendo. En un resto de logro eterno vuelto objeto, donde convergían los sueños con la realidad del terreno donde vivía durmiendo, generando tiempos nuevos.

‒ Cual niño ávido de versos, en sus enésimos cielos, sobre el resto…

– ¡Por su rastro con los guantes puestos, cazando esfuerzos cimeros! 

Tony Cantero Suárez – El Idílico Existencialista – Los Susurros de Cantero – Copyright ®© 2017 

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