Que deseos que te tengo…

Tengo deseos de cogerte y de meterte entre mis sabanas, tengo deseos de tomarte, de rosearte y darte alas. De que te vayas y vuelvas y de que venga sin llamarte;  y de que nades en velo sobre una ola de playa, inundada en tus andanzas por tus aguas. Tengo deseos de besarte como se dice en los versos; en un solo labio eterno…

¡Sediento en la saliva que cuajemos!

Tengo deseos de cantarte una dulce melodía de bolero; y ondularte en el silencio del momento…

Tengo deseos y quiero, inmortalizar tu cuerpo con mis dedos. Quitarte aquel vestido negro que ese día traerás puesto, dejarte en medias y en velo y con solo hilos por dentro; que te enciendan rojo fuego tus caderas, colgados de tu estatua en movimientos. Y encender velas de esperma; y hacer temblar tu volcán lejos del pueblo…

Y esparcirte su cera por tu cuerpo hasta que tu estatua esté bañada completa; y tu desnuda te veas. Derivando en las mareas con tus cabellos ardientes; y con  la cadencia de tu limbo ecléctico en su epicentro más tierno. A puro dedo y cerebro como ahora en estos versos; que algo dirán al leerlos, quienes acostumbran a hacerlo.

Y sentarte en tu diván ya vuelto lecho. Y allí verte sonriéndole a lo dicho; y erizada en la dulzura de un soneto, vuelta velero y navegando en ríos revueltos. Y darle hasta Aladino un genio nuevo; frotándonos hasta que explotemos los dos ebrios…

¡Que tantos deseos que tengo; de decirte lo que quieres oír de nuevo!

De invitarte a un vaso bueno, de los que ojean el cerebro y hacen pensar a dos truenos ondulando a cuatro vientos, hasta la tierra de un cuento que ni en sueños te te leyeron. Quizás champagne diremos, con sus burbujas sin frenos que pintan luceros sonriendo; y muchas estrellas durmiendo, sin saber que ellos las vieron.  

O quizás a un mojito de esos que te embriagan el cerebro, tengo deseos de contigo beberlo para escuchar tus conceptos y el largo camino abierto; y hablar contigo de aquello y responderte algo cierto, cuando me preguntes si te quiero. Y quiero que el bar lo escuche entero; cuando al tocarte tus dedos, tus labios digan lo siento.

Tengo deseos de llevarte hasta tus cielos volando; y hacerte allí un arrebato como dos que viven su tiempo placenteros, porque es mejor que sufriendo.  Y de proclamarme el Dios del Rezo y cantarte como un bardo un yo te espero. Yo que no creo lo presiento, que este susurro ya es clásico porque te cuenta entre astros; y tú de luna en el medio…

¡Y yo de sol que te quemo!

Y atraída con mi espectro, como espejo de un ensueño; que me soltará por tu pecho aventurero…

¡Para que vueles a corazón abierto a tus deseos!

Que deseos que te tengo; y eso es cierto, que deseos que te tengo en el silencio de mi alero.

Tengo unos deseos tremendos de empujarte a decir eso que aun me guardas en secreto, aunque sé que ya perdiste hasta los frenos al leerlo.  Estas leyendo tus sueños sin perdértelo, te he sorprendido porque estoy despierto; y siento cuando estás gimiendo con mis versos. Y ardes en fuego como quiero; y yo, yo sonriendote te beso… Al mismo tiempo que siento que llego, hasta tus mismisimos adentros…

Hasta tus centros de juego.

Al fondo de tus senderos polvorientos y más viejos; al final de ese infinito enésimo donde ya no te queda veneno. ¡Como en el milagro quimérico del amor todo perfecto!

Me sabrás a flor de pétalos ebrios como mis Milsueños, a azul tinta y rojo nervios. E incurvados hacia adentro, con manzanas y hasta un lago donde planté mis canteros; con mi Cupido cuentero que enamora hasta lo muerto. Con mis versos derroteros, cóncavos, convexos y tiernos como la matriz de lo humano e imperfecto. Hasta allí siento que he llegado en tus adentros asimetricos; hasta las entrañas de tu cuerpo de modelo.

A descansarme contento sobre el cetro de tu estatua en blanco velo; que tiene los mismos deseos que tengo, de sentir ya nuestros dedos olorientos. Y de decirme al oído un yo te espero para verlo hecho. Y luego quedarte en silencio releyendo lo que encuentres serio. Como él te quiero y los besos, como el sueño que está entero y por tu pecho anda invadiendo; como aquel trago en ejemplo, cocktail de letras y verbos…

Como el susurro viajero  que ahora me manda complaciente tu cerebro. Con los deseos que tienes de no negarme el presente, si es que te viene un día el sueño; y piensas a mi en primero para que lo dicho se haga cierto…

Para al fin llamarme urgente; y decírmelo al teléfono:

¡Que deseos que tengo!

 Pic. Valérie Badet by Jeérôme Retru.